
Hablar de mí es como intentar atrapar humo: cambiante, imprevisible y, a veces, un poco antisocial. Hoy no soy la misma que ayer; mañana seguro seré otra versión todavía más rara y evolucionada de mí misma. Lo que sí sé es que todo lo que he vivido me ha traído hasta aquí, con cada tropiezo, acierto y momento absurdo formando parte de este maravilloso trayecto.
Mi relación con la fotografía empezó a los 17, cuando mi padre me dio una cámara como quien entrega una llave secreta. Lo que parecía un simple regalo encendió una chispa que todavía me quema, y que se ha convertido en mi lenguaje favorito para ver, sentir y, de paso, sobrevivir al mundo. Más de 25 años fotografiando, 19 años acompañando a otras personas, y sigo aprendiendo a no tomármelo todo demasiado en serio… aunque a veces fallo gloriosamente.
El yoga, el crecimiento personal y la introspección son mis aliados secretos: me enseñan a observarme primero a mí misma y luego a las demás, con menos juicio y más curiosidad. Mi trabajo hoy va mucho más allá de la técnica: acompaño a mujeres a encontrarse consigo mismas, a aceptarse tal como son y, lo más importante, a reírse un poco de sus propias contradicciones mientras lo hacen. Sí, creo que todo es energía, y si estás leyendo esto, probablemente sea por algo; quizá porque necesitabas escuchar que ya estás en el lugar correcto.
Y esta es mi misión: que al mirarte en tu reflejo descubras la belleza y el poder que siempre han estado ahí, que te des permiso de disfrutarlo con descaro, y que te atrevas a transformarte por dentro para vivir tu vida con más presencia, libertad y autenticidad.